Esa es la pregunta del millón cuando hablamos del conflicto político de la minería del carbón. Me refiero a la solución que tanto PSOE como PP, patronal y sindicatos han venido firmando plan tras plan. La misma que ha traído a nuestros pueblos polígonos industriales sin industria o con industria con la fecha de caducidad impuesta por las subvenciones. La misma que ha dejado en nuestros sobres, junto a nuestro currículo, un montón de diplomas de cursos realizados con fondos miner. La misma con la que Lucas y Herrera se ponían la corona de laureles inaugurando infraestructuras, centros de interpretación y un largo etcétera...como si los presupuestos autonómicos dieran para tanto. La misma que ha ido despoblando nuestros pueblos y que ha permitido todo tipo de abusos a los empresarios y condiciones laborales desfavorables para los trabajadores, extranjeros y españoles, en el sector. La misma que ha traído a nuestras comarcas, según ha ido pasando el tiempo, una mayor inestabilidad económica y social... y seguro que podríamos seguir analizando la solución.
A continuación sólo cabe plantearse si estuvo y está en el ánimo de alguien buscar una verdadera solución. Ha pasado una década y media desde aquel primer plan y la solución sigue siendo nuestro problema. Nadie ha sido capaz, en todo este tiempo, de ofrecer un futuro digno a nuestros pueblos y, en las circunstancias en las que nos encontramos, deberíamos pedir responsabilidades y tendrían que rodar cabezas desde lo alto de la pirámide política y sindical -qué ilusa me olvidaba de que hablamos de la marca España-. Tal vez lleguemos tarde, pero aún así, me encanta la propuesta lanzada a los alcaldes y concejales de los Ayuntamientos mineros porque nunca se sabe hasta dónde podemos llegar si no comenzamos a caminar. Tal y como algunos de ellos ya han afirmado puede que no sea la solución aunque, en mi opinión, sí sería un paso muy importante de cara a empezar a hacer otra política, comenzando por nuestra administración local, la más cercana al pueblo y la que mejor conoce sus necesidades. Sería una forma de decirles a los de arriba que a los de abajo no nos gusta esa forma de hacer las cosas y que vamos a intentar cambiarla. Estamos en tiempos de recordarles que la soberanía reside en quienes les hemos colocado donde están y que, además, es nuestro deber instarles a abandonar el juego cuando no se cumplen las reglas.